(Actividad pospuesta a una fecha futura en 2021)
Lugar: Drunk-O-Rama
Dirección: Calle Ramón Franquelo, 7, Málaga
Inauguración: TBC
Fechas: TBC
Bonnie MacLean, fallecida el pasado mes de febrero, fue pionera y diseñó un buen puñado de carteles psicodélicos para el Fillmore de San Francisco en la segunda mitad de los años 60 del siglo pasado. Su producción gráfica fue breve (algo más de una treintena), pero muy potente. Cabe la certeza de que de haber sido hombre en aquellos días del Haight-Ashbury, los conocidos como “Big Five”: Wes Wilson, Alton Kelley, Victor Moscoso, Rick Griffin y Stanley Mouse, hubiesen sido seis, incluyendo el trabajo de Bonnie. En una ocasión, siendo entrevistada por el Bucks County Courier Times, decía que su primer objetivo con la composición del cartel era conseguir asistencia para el concierto: «Podía hacer lo que quisiera, pero el objetivo era que el cartel se hiciese notar entre el público y, con suerte, le motivara a venir”. Podía ser más o menos legible, pero ante todo no debía pasar inadvertido. A día de hoy, todos estos posters son objetos codiciados por coleccionistas y se encuentran en museos y galerías. En julio de 1967, los «Big Five» participaron en la primera exposición colectiva dedicada al póster psicodélico: la «Joint Show», celebrada en la Moore Gallery (SF), que supuso un reconocimiento importante a este tipo de piezas, hasta entonces solo visibles en muros, escaparates, cabinas telefónicas y demás mobiliario urbano. Aquí es donde también por primera vez el poster de rocknroll se ve despojado de su función original de reclamo y comienza la especulación de éste como pieza de arte. A la primera edición de 1200 ejemplares firmados por los artistas para la exposición hay que sumarle los 4000 que Norman Moore reimprimió bajo mano una vez finalizada la muestra, por supuesto sin la firma acreditativa de los autores. Los posters son herramientas comunicativas altamente eficaces por su llegada a grandes cantidades de público, en tanto que son una parte de la semiótica en el espacio público, antes en los muros de nuestras ciudades y ahora, cada vez más, a través de los medios digitales y en las redes sociales. Esto último, a su vez, está haciendo que se pierda el cartel como pieza fetiche y como esencia coyuntural de un club, de un momento irrepetible, de una o varias bandas con un repertorio o de la presentación de un disco. Por un lado, están perdiendo peso y, por otro, la línea que lo separa del coleccionismo se hace más difusa y es un plus que el pedazo de papel sea original, así como que esté firmado por el propio artista y, más si cabe, por los músicos anunciados. El cartelismo ha estado y estará siempre estrechamente ligado a la experiencia musical en vivo y todo lo demás será publicidad efímera con un tiempo de caducidad cada vez más reducido y un poso cada vez más vacuo.
Mik Baro (León, 1978) cursó estudios de grabado y técnicas de estampación en la Escuela de Arte de León y se licenció en Bellas Artes por la Facultad de San Carlos de Valencia, pero más allá de lo académico, su principal material de referencia visual son los cómics, las carpetas de vinilos, los videoclips, las camisetas, los carteles pegados en bares y muros… En Valencia es donde actualmente reside y desarrolla su actividad como freelance en labores de ilustración y diseño gráfico, trabajando con mayor predilección, especialización y vocación en la gráfica musical para promotoras y sellos musicales españoles e internacionales en el diseño de discos, cartelería y merchandising… cuando no es con el propio artista con quien surge la chispa a pie de escenario, barra o backstage. Veinte años dando forma a la identidad gráfica por y para el fan del rock ’n’ roll.
¿Por qué no te lo puedes perder?
Porque los carteles de conciertos se han convertido en el último reducto de una manera analógica de concebir la promoción musical. Su diseño todavía encierra un halo de misticismo difícil de replicar online.